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sábado, 23 de mayo de 2015

Sin amor


Todas las tardes Espe salía a pasear. Sola, sin nadie con quien hablar, sin nadie con quien compartir sus pensamientos, sus deseos, sus inquietudes. Y es que había perdido toda la ilusión, creía que ya no podía confiar en nadie, todo el mundo la había traicionado, no había nada que valiera la pena. Después de trabajar le gustaba pasear por el bosque, andaba por el sendero y llegaba al mirador desde donde se veía la puesta del sol tras las montañas que estaban al otro lado del pueblo. Allí en su soledad nadie podía dañarla, estaba segura y protegida de la malicia de la humanidad. Después de siete años de noviazgo había descubierto que José Antonio le ponía los cuernos con Pilar, su supuesta amiga de toda la vida. Luego había estado saliendo un tiempo con Aure, hasta que había descubierto que tenía novia. Manu y Toni no habían sido más que rollos, ella sabía que no eran de fiar, que no eran serios… y pasaban los años y seguía sola, sin nadie a quien amar, sin nadie con quien compartir. Y es que no se trataba de sexo, eso no era difícil, años atrás había tenido algunas relaciones de una noche con otros chicos, Matt en la discoteca, Álex que la invitó a su casa y el italiano en la playa de quien no recordaba su nombre. Pero ya estaba harta, eso no la llenaba, ya ni siquiera quería saber nada de ellos. Ya incluso pensaba que era su culpa, que era demasiado exigente, que ponía a los chicos un listón muy alto, pero es que lo único que quería era encontrar a un hombre que la amara tanto como ella a él, ¿era tan difícil?
Ya no aguantaba más, también estaba harta que los clientes, casi siempre viejos verdes, intentaran ligar con ella y luego su jefe… ese gordo seboso con mujer e hijos había tenido la poca vergüenza de insinuársele… el mundo de Espe se resumía con una palabra: decepción.
¿Dónde estaba el príncipe azul?, ¿y el caballero andante?, ¿el héroe que siempre salvaba a la chica en los cuentos, películas, libros que la habían acompañado durante toda su vida?
Pero todo se iba a terminar en unos minutos. Sacó de su bolsa el tarrito de los antidepresivos que tan poco la habían ayudado. Había muchos, iba a seguir el tratamiento pero de golpe. Estaba segura que era la solución. Sacó la botellita del agua. Se llenó la boca de pastillas, las masticó, tragó, bebió. Se la volvió a llenar, masticar, tragar, beber y así hasta cuatro veces, hasta que el botecito quedó vacío. El sol poco a poco fue bajando, escondiéndose de ella, pensaba que era patética y que ni el astro quería saber nada de ella. Un retortijón la sacudió, se agachó y se tumbó en el suelo, de lado retorciéndose de dolor, pero su mirada fija en el horizonte. El mundo empezó a oscurecer a volverse borroso. Escuchó a lo lejos un perro ladrar, a los pocos segundos el mundo se movió… no, alguien la estaba moviendo a ella pero ya no sentía su cuerpo, no sentía las manos que la sujetaban, las manos… las manos… de ¿Miguel?
Vio cómo su vecino la zarandeaba, le gritaba, ¡despierta!, decía, ¡Por favor, no te rindas!, escuchó. Miguel, aquel chico tan amable. Tan tímido. Se acordó de lo bien que la trató cuando se mudó a aquel barrio, le había traído aquel delicioso bizcocho para darle la bienvenida. Realmente siempre había estado allí, en todo momento. Le ayudó con el grifo de la cocina cuando este se estropeó. Después de haber roto con el capullo de Aure él le había traído un ramo de flores y le había dicho que ella valía mucho más que ese tipo. Miguel. No le habría importado encontrar un chico como Miguel para pasar el resto de sus días, trabajador, amable, cariñoso… Miguel… pero ya no podía escuchar lo que le gritaba, el mundo se apagaba, la terapia había terminado.
Mientras Miguel con el rostro cubierto de lágrimas y un cuerpo inerte apretado entre sus brazos gritaba ¡Te quiero!


sábado, 18 de abril de 2015

La Bestia en Ibiza


 Ayer (14/04/2015) disfruté como no lo hacía en mucho tiempo. En Dalt Vila, sin tener que tomar el avión, ¡un conciertazo de heavy metal!
La verdad es que en cuanto a grupos clásicos del metal soy bastante ignorante ya que yo no tuve mi primer disco de heavy hasta los 19 o 20 años, de hecho hasta entonces prácticamente desconocía el género en Ibiza la cultura musical es más de electrónica y DJs. Los dos primeros CDs metaleros que tuve fueron Tierras de Leyenda de Tierra Santa y El Ángel Caído de Avalanch con el cual conocí con la  canción Las Ruinas del Edén al mejor cantante nacional y a mi parecer de los mejores del mundo entero. Yo no soy una persona que enloquezca con nadie ni que se emocione especialmente con los famosos pero si admiro a algún artista sin duda son Alberto Rionda y Leo Jiménez. Me gustan todos sus trabajos y ver su nombre en un disco para mí es garantía de calidad.
En este país la gente tiene una imagen muy equivocada sobre el Heavy Metal, piensan que todos son borrachos macarras sin educación que van vomitando por las calles, que sus canciones hablan sólo de Satán y de asesinar a tus  padres… una imagen que poco a poco va cambiando, pero por desgracia los medios de comunicación españoles, los políticos y la sociedad en general nos marginan. Recomiendo leer un artículo muy interesante que escribió Arturo Pérez Reverte hace un par de años y que circula por la red. Yo la verdad es que he aprendido mucho de los grupos que llevo escuchando estos años, Tierra Santa, Saratoga, Avalanch, Warcry, Furia Animal, DarkSun, Lujuria, Stravaganzza, Saurom, Sphinx gracias por todo lo que me habéis enseñado.

La dificultad que he tenido yo para poder disfrutar de estos grupos en directo que tanto admiro, es que a parte de comprar la entrada, yo también tengo que comprar un billete de avión (o barco que al final sale más caro) y tengo que buscar un hotel y que coincida con fechas en las que no curre… todo dificultades y gastos extras. He tenido el placer de ver actuar a Leo Jiménez cinco veces. La primera en el Viña Rock de 2006 con Saratoga en donde me marcó, un directo sublime. Luego en Barcelona en la gira de Tierra de Lobos y dos veces con Stravaganzza y nunca me decepcionó. Y un día de repente me entero de que viene a Ibiza. Algo impensable dado la cultura musical nombrada anteriormente de la isla. Yo no podía faltar. Esta vez acompañado de mi queridísima mujer que aunque no es aficionada al heavy supo disfrutar del directo brutal. Y a pesar de que éramos pocos ibicencos y muchísimos alemanes que habían llegado en el crucero de Full Metal Cruise (¡¡gracias!!) lo disfrutamos a tope. Después de los locales Vagabundos (a los que no llegué a tiempo para verlos actuar) e Indulgentes (magnífica actuación) vino Leo Jiménez. Una trabajo tal y como me tiene acostumbrado, implacable. Con las murallas de Dalt Vila de fondo y el comienzo de la puesta de sol. Espectacular, la poderosa música acompañó al gran astro hasta que se escondió por completo y una multitud de colores se entremezclaron azul, amarillo, rojo naranja… Y un repertorio muy personal de Leo repasando canciones de Saratoga (Resurreción, Parte de Mi), Stravaganzza ( Impotencia, Hijo de la Luna) y las actuales. Un magnífico vocalista necesita una gran banda y todos estuvieron a la altura. La batería y el bajo, las guitarras rítmicas y la solista, todo perfecto. Luego venían los geniales UDO pero lo que yo había venido a disfrutar ya se había acabado muy a mi pesar. Para mí un recuerdo inolvidable y a veinte kilómetros de casa. Ojalá se vuelva a repetir y pueda volver a disfrutar de su música aquí, tan cerquita de casa.

¡MUCHAS GRACIAS LEO!

Y gracias a mi mujer Dalal por disfrutar del momento conmigo (pocos marroquíes veréis en conciertos heavys), gracias a Full Metal Cruise y Make Sound por la organización y gracias a todos esos músicos que tocan lo que su corazón les dice (sean del género que sean) aún a sabiendas de que su futuro va a ser realmente difícil.
Y
¡Larga vida al HEAVY METAL!





viernes, 20 de marzo de 2015

Hipocresía ecologista

La incoherencia y el surrealismo es algo habitual en la naturaleza humana. Los seres humanos somos capaces de lo mejor y también de lo peor. Necesito expresar a modo de reflexión personal unas observaciones que me han llamado la atención en mis recientes viajes. La hipocresía humana inconsciente está arraigada hasta en las mejores de nuestras acciones. Es probable que yo mismo contradiga mis propios principios sin siquiera darme cuenta y alguien me lo eche en cara con razón algún día. Pero ahora voy a empezar yo una crítica, o más bien una observación a unos sectores que he observado como espectador en estos dos maravillosos países que tan poco tienen en común. Nueva Zelanda y Marruecos.

En Nueva Zelanda el gobierno local ejerce una espléndida campaña para proteger su naturaleza, sus especies, tanto animales como vegetales. Sus aduanas son estrictas para que sus ecosistemas no se contaminen de especies invasoras. El kiwi (el ave) está firmemente protegido y los ciudadanos del país le tienen un gran afecto. Que las autoridades inciten a proteger las especies locales está genial y debería ser algo prioritario en todas las naciones del mundo entero, no obstante  tiene su lado oscuro. Digamos que el plan de conservación llegó demasiado tarde y en el país ya habitan especies invasoras que se están adaptando (o ya lo han hecho) a su nuevo hogar. Los principales enemigos nacionales de Nueva Zelanda son la rata común, la mustela, el gato común y el possum. Su obsesión por proteger la fauna ha satanizado a estos animales nombrados, en especial al possum. El odio al marsupial es tal que en todos los parques intentan concienciarte de lo malo que es, de que hay que matarlo. Si un possum se te cruza en la carretera la acción buena  es atropellarlo, de hecho te los encuentras a cientos aplastados en el asfalto. Y digo yo ¿es su culpa de que lo hayan arrancado de su hogar y lo hayan traído a otro país? Dudo que haya venido él solito nadando. Pienso que es normal que cace, que se alimente de lo que encuentre, en su caso los huevos del bendito kiwi. Es normal que intente adaptarse a su nuevo entorno, a eso se le llama supervivencia. Por supuesto que estoy de acuerdo en que hay que evitar que el possum acabe extinguiendo al kiwi pero la masacre indiscriminada que sufre el marsupial me resulta horrible e hipócrita. Deberían buscar otras soluciones, atraparlos y devolverlos al lugar de donde provienen, pero claro, eso es trabajoso y caro, mejor los exterminamos y listo. Se pueden ver en los puntos de información de todo el país fotos de los cuidadores de los parques con caras triunfantes sosteniendo cadáveres aplastados de possums. ¿En serio es eso ser ecologista? Yo creo que es hipocresía pura y dura.
Otro asunto es el de la deforestación masiva y reforestación al unísono que ejerce Nueva Zelanda para beneficiarse de los pastos de su ganado (por cierto, todo traído de otros países ¿especies invasoras?) uno de los pilares de su economía (la lana y la carne del cordero).

Cambiamos de país, cambiamos de continente y nos paramos en Marruecos. Allí, a diferencia que en occidente, tienen bastante respeto a la hora de sacrificar a un cordero y es que tal y como indica el Corán han de matar al animal provocándole el menor sufrimiento posible. Nunca lo sacrifican en frente de otros corderos para que los demás no sufran y le tapan los ojos a la hora de degollarlo. Creo que en occidente se debería considerar ésta práctica. Yo personalmente prefiero no matar a ningún animal pero si se ha de hacer que sea con el menos sufrimiento. Pero ahora paso a comentar la contradicción. Sí, se respeta la vida de los corderos pero ¿y los pollos? Ellos también son criaturas de Dios ¿no? ¿Por qué a ellos se los encierra apelotonados y se los sacrifica a escasos metros del corral? ¿Por qué se les trata como meros objetos? Digo que también tendrán sentimientos.

Son observaciones que me cuesta entender, que me cuesta encontrarles una explicación razonable. Aquí en occidente la hipocresía ecologista también abunda pero bueno, el rarito soy yo. Así que no pasa nada…
¿Qué opinas tú?