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domingo, 27 de marzo de 2011

Tú preguntas, yo respondo



Mi amiga Gara me pasa el testigo de Tu preguntas y yo Respondo.


¿Cuantas preguntas puedes contestar inteligentemente?


  
 No muchas

¿Una duda?

   ¿Qué hay en la cara oculta de la luna?


¿Una certeza?


   
Según nuestro calendario… hoy es domingo.


¿Un color?


  El rojo, y si puedo otro el negro.

¿Un deseo?

 Que la raza humana aprenda a recapacitar

¿Una virtud?

 
¿? La honestidad??

¿Una frase?

“Del cielo cayó un ángel y lo encontré yo”

Un sueño
 Una vida estable

Un defecto
Mis cambios repentinos de humor


¿Que significado tiene para ti una hoja en blanco?
  
El comienzo de una historia 


¿Escribes por necesidad o por afición?

 Por afición

¿Pones música en tu blog?
 No

Eres una persona sentimental


 


Si tuvieras que tener un solo sentimiento ¿Cuál sería?


 El amor

¿Una Pregunta?


 
¿Hace ruido un árbol al partirse alcanzado por un rayo, y sin nadie cerca que lo escuche?

¿Si desearas algo que pedirías?

  Que desapareciera la hipoteca

¿Cuándo escribes que sientes?
  Depende de lo que escriba, paz, rabia, amor, ira, tranquilidad, pasión…

¿Eres creyente?


 ¿En que?
¿Si no fueras creyente en que creerías?


  Me gustaría poder creer en las personas, en la raza humana.
¿Que esperas de la vida?


 Que pueda pasarla junto a ELLA


Tienes un blog ¿Por qué?


Porque me gusta  escribir

Crees que eres una persona que se reconoce tu valía


 A veces

¿Qué esperas del amor?


 
Que sea para siempre

¿Qué le pedirías a la vida?
  
 Salud y amor sin engaños ni enfados.

No se si he aportado nada interesante pero bueno.
 Siguiendo con el ritual debo elegir 5 blogs.

Les paso el testigo a los siguientes amigos/as si ellos quieren continuar con la cadena

martes, 22 de marzo de 2011

2- La única esperanza



Todo se volvió negro, León se encontró dando vueltas en la absoluta oscuridad, la absoluta ausencia de todo. 

No sabía si estaba boca arriba, boca abajo o si había arriba o abajo. Un malestar en el estomago le provocaba náuseas. Gritaba pero no podía escuchar su propia voz, y no había nadie que pudiera escucharla. Los oídos le silbaban y le producían dolor. Y en décimas de segundo todo se volvió blanco; entonces chocó fuertemente contra una pared. Luego se percató de que no era una pared si no el suelo. El suelo de una habitación cubierta con baldosas rojas muy desgastadas. Se dio la vuelta en el suelo y vio que encontraba en una sala de algún edificio muy antiguo. Intentó incorporarse y pudo ver al extraño lagarto bípedo de brazos cruzados esperando. Pero un retortijón lo hizo retorcerse de dolor y empezó a vomitar. Mientras, de reojo pudo ver como de la nada aparecía Panterra, y a los pocos segundos también Flip, que al intentar incorporarse también se pusieron a vomitar.
-         Sois unos seres muy débiles. – comentó burlonamente el reptil.

                  Pasaron unos minutos hasta que las náuseas desaparecieron. Finalmente se pudieron incorporar, mareados, con dolor de estómago y con la boca sabiendo a bilis, pero sanos y salvos.
-         Gracias, nos has salvado la vida – dijo Panterra aún respirando entrecortadamente al lagarto – pero ¿dónde estamos?
-         Si, ¿y qué diablos ha pasado?, ¿qué clase de brujería es esta, que aparecemos de repente en esta apestosa habitación? – habló nerviosamente Flip.
-         Tranquilos, yo soy un enviado. Me han mandado para rescataros, pero aún no hemos salido del peligro, mirad por la ventana.
Los tres comandos se asomaron y vieron que no habían ido muy lejos. Estaban dentro de la antigua catedral, abandonada desde hacía una década; desde que el Dios había prohibido las religiones, y había introducido la suya propia. Básicamente contaba sus logros, y enseñaba a adorarlo, adularlo y a agradecerle su bondad. La catedral era el edificio más alto de la zona, miraron abajo y pudieron ver a los soldados buscando por las calles. Desde otra perspectiva  pudieron observar la magnitud de la trampa, efectivamente querían exterminarlos, habría cientos de soldados.
-         No os preocupéis, no subirán aquí.
-         Le agradecemos que nos haya salvado la vida, pero, ¿podría hacernos el favor de contarnos que está pasando aquí? – preguntó frustrada Panterra.
-         Yo no soy quién os tiene que dar explicaciones, yo soy un enviado, me llamo Raptor, soy el único superviviente de un mundo que fue destruido por vuestro “gentil” emperador. Habéis viajado a través de portales, es un descubrimiento de nuestro líder.
-         ¿De qué estas hablando? ¿qué líder?, no entiendo nada – interrumpió alterado Flip.
-          Tranquilízate Flip – intentó calmarlo Panterra, y dijo luego dirigiéndose al lagarto – debes entender que esto es para nosotros muy confuso, apareces de la nada y nos salvas de una muerte segura.
-         Yo solo soy un militar, cuando os lleve ante nuestro líder él os lo explicara todo. Tenemos que esperar unos minutos, ya que he tenido que improvisar para sacaros de allí. Mi cuerpo resiste los viajes interdimensionales sin problemas, pero el vuestro debe reposar al menos una hora.
El lagarto abrió la tapa protectora del ordenador que llevaba en el brazo y empezó a pulsar botones, al parecer calculando o introduciendo coordenadas.
Estuvieron un rato en silencio. Aquella sala era muy oscura, las paredes eran metálicas, algo común en la arquitectura de Edenia, que sin la calefacción activada se volvían terriblemente frías. La vieja catedral era de forma cónica y acabada en punta. En ésta había un enorme pararrayos, al igual que todos los edificios altos de la ciudad, ya que solían sufrir devastadoras tormentas eléctricas. Por fuera el edificio era de un color rojizo, pero la ausencia de cuidado y las lluvias de barro, lo habían vuelto de un color pardo sucio. La sala en la que estaban parecía una antigua habitación de algún monje. Tenía un somier vacío en el medio con una ostentosa y oxidada cabecera cuyo forjado formaba espirales. Un armario metálico también oxidado estaba junto a ella. Los tres comandos estaban sentados en el viejo jergón, y el lagarto que media alrededor de dos metros permanecía inmóvil, sin siquiera pestañear, con los brazos cruzados enfrente de la azulada puerta cerrada.
               Finalmente Raptor habló:
-         Ya ha pasado el tiempo suficiente. El viaje que vais a hacer ahora a través del portal os llevará a un lugar a millones de años luz de aquí y su duración será apenas unos segundos. Si queréis saber lo que realmente está pasando en el universo, seguidme. Si al contrario no queréis venir, quedaros aquí, en donde tarde o temprano la guardia celestial os encontrará y os aniquilará, a menos que quieran usaros para sus experimentos.
Raptor tocó un botón de su pequeño ordenador y la misma luz que los tres guerreros habían visto cuando se les apareció el lagarto la vez anterior, se creó como de la nada, saliendo de un punto en el aire en cualquier lugar.
-         ¿Vamos?- dijo el reptil de espaldas al trío, sin girarse. Dio un paso adelante y desapareció.
León, Panterra y Flip se quedaron mirándose los unos a los otros.
-         ¿Qué hacemos? – preguntó a sus compañeros Panterra, jugando nerviosamente con los rojos rizos de su pelo.
-         Está claro, pasar de este chalado e ir inmediatamente a avisar a nuestro superior – le contestó nerviosamente Flip, que no paraba de moverse de un sitio a otro.
-         Yo creo que debemos seguirle – le contradijo León al que no le gustaba mucho hablar – nos ha salvado la vida, pero ha dicho que era un simple enviado y que si queríamos saber lo que pasaba en el universo debíamos seguirlo. Algo gordo está sucediendo.
-         Yo opino lo mismo – habló Panterra – no creo que sea nuestro enemigo, y está claro que la resistencia en la ciudad no durará mucho tiempo. Habéis visto que se nos adelantan en nuestras acciones. Hemos de buscar ayuda y tal vez ese reptil nos la pueda conceder.
-         ¿Os habéis vuelto locos?- replicó Flip levantando los brazos – puede que si nos metemos ahí no volvamos jamás con vida.
-         Recapacita Flip, aquí sí que tenemos los días contados. Yo estoy decidido.
-         Yo también – afirmó la chica – hemos de hacerlo.
Los dos hermanos se acercaron al lugar en donde había desaparecido Raptor. León miró a los ojos a su hermana la cual hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Entonces los dos saltaron a la vez al portal desapareciendo al instante. Flip se quedó solo en la habitación. Se apoyó abatido en la lisa pared. -¿qué debo hacer? -  Los recuerdos de sus compañeros le vinieron a la cabeza. - No quiero acabar como ellos - estaba claro que en la ciudad ya no había futuro para él a excepción de la muerte.- ¡Qué demonios!- Sin pensárselo más cogió carrerilla y corrió hacia el portal. Y aquella oscura y húmeda habitación se quedó vacía.
              
               La segunda vez fue peor. León, Panterra y Flip habían vomitado ya todo lo que tenían para vomitar y ahora lo único que les salía por la boca era saliva con amarga bilis.
               Al recuperarse estaban en una sala completamente blanca, paredes, techo y suelo, todo era albo a excepción de un enorme aparato que había en el centro colgado del techo, repleto de cables y lucecitas de colores. Terminaba en dos cuernos que apuntaban al suelo, estos desprendían una especie de luz azul.
-         Seguidme - habló el lagarto después de haber esperado pacientemente a que los tres miembros de la resistencia fueran capaces de ponerse en pie.
En un extremo de la sala había una puerta, también blanca. Raptor la abrió y un río de ruido rompió el absoluto silencio de la inmaculada sala. Ruido de gente, mucha gente. Aparecieron ante una inmensa estancia en donde personas iba de allá para acá vestidos con uniformes militares, con monos de trabajo, con batas de doctores, con ¡taparrabos! Pero no todo eran personas. Había extraños seres de todo tipo. Unos que eran como simios con el cuerpo repleto de pelo, a excepción de sus diminutos ojos, había personas de color azul, una especie de pequeños seres que parecían topos, cyborgs, etc. Los tres edenitas quedaron pasmados, anonadados, con la boca abierta sin ser capaces de pronunciar palabra alguna.
-         Esto es la base militar de la Zona  Zero. La auténtica resistencia al Dios.
-         ¿Qué son esos seres? ¿de dónde han salido?- finalmente habló Panterra sin quitar ojo a las personas que pasaban por delante de sus ojos.
-         Es un ejército creado por habitantes de planetas aliados a la causa, por supervivientes de planetas destruidos por vuestro emperador, o grupos de mundos que han sido esclavizados y se niegan a vivir sin libertad.
-         Parece un ejército realmente grande, habrá un líder o un rey, alguien que dirija todo esto - habló León
-         Ahora os llevaré ante él. Seguidme.
Cruzaron aquella inmensa sala. Nadie se fijó en ellos. Raptor saludó un par de veces a personas que se cruzaron con él. Finalmente llegaron a una puerta verdosa que daba a un largísimo pasillo. Era ancho y también transitado por individuos que entraban y salían. Llegaron a otra puerta y la abrieron. Daba al exterior, pero el exterior, era algo inimaginable. Ante ellos se extendía una ciudad visiblemente inmensa, pero aunque sus edificios eran extraños, de forma oval y de color metálico lo que más llamó la atención fue el cielo. Una atmósfera blanca cubría aquella ciudad. No había nubes, no había aves ni insectos que surcaran en él.
-         ¿Qué clase de mundo es este? - Preguntó Flip rascándose su pelo azabache y con las cejas enarcadas.
-         Bienvenidos a la Zona Zero. Esto no es ningún mundo. Es una dimensión que nuestro estimado líder encontró. Esto es la ciudad Uno, está en medio de la nada. En esta zona no hay nada, es el vacío absoluto. Solo hay un extraño suelo de color blanco hecho de un material inclasificable el cual no ha podido ser dañado por ningún medio que nosotros conozcamos.
-         Si no hay nada, ¿cómo es que hay oxígeno? ¿cómo podemos respirar con normalidad?
-         El oxígeno es generado artificialmente. Cuando se encontró la Zona no era habitable en ningún aspecto, pero la tecnología y la inteligencia de nuestro líder nos permitió levantar esta espléndida ciudad.
-         Claro, y si esta zona es un vacío, significa que no tiene final, y que está capacitada para albergar el mayor ejército del universo – dedujo Panterra
-         Exacto, además permanece oculto al imperio celestial.
Mientras hablaban un extraño aparejo oval se acercó a ellos. No tocaba el suelo, se suspendía en el aire. En su interior había unos no muy espaciosos asientos con una capacidad aproximada de seis individuos. Iba pilotada por un hombre completamente metálico, un androide. No llevaba ninguna prenda de vestir iba completamente desnudo. Su cuerpo era completamente plateado y brillante. Llevaba un símbolo grabado en su pecho moldeado y de apariencia musculosa. El símbolo consistía en un martillo enfrente de una corona. Una pequeña puertecita se abrió para permitir el acceso al interior del curioso aparejo. El androide se giró, sus ojos eran completamente rojos, una sonrisa de su inicialmente inexpresivo rostro se dibujó en la comisura de sus metálicos labios.
-         Buenos días Raptor, ¿Cómo va?
-         Buenos días Alpha, pues bien, trabajando. – respondió el lagarto enarcando sus ojos carentes de cejas ni pestañas.
-         ¿Nos traes nuevos aliados? - el tono del robot era siempre el mismo, costaba enterarse de cuando formulaba una pregunta, pero Raptor parecía estar acostumbrado a tratar con él.
-         Creo que sí.
El vehículo se puso en movimiento. Salieron de aquel callejón y fueron a parar a una inmensa autopista por la cual circulaban cientos de autos similares a tremenda velocidad. Los tres edenitas no dejaban de observar aquel insólito paisaje. Los edificios más o menos grandes eran todos iguales, ovalados hermosamente brillantes de color plateado. La autopista se elevaba y volteaba edificios alcanzando alturas vertiginosas.
-         ¿Por qué todos los coches son pilotados por androides? - preguntó León.
-         Porque son los pilotos perfectos, el índice de accidentes en nuestras carreteras es de 0 %.
-         Fascinante.
En el horizonte asomó un descomunal edificio, que a diferencia de los demás era cúbico. Era de tal dimensiones que no se podía ver hasta donde se extendía.
-         ¡¿Qué demonios es aquel edificio?!- exclamó Flip apuntando con las dos manos abiertas hacia la edificación.
-         Aquello es la Madriguera, el palacio de nuestro líder.
La autopista viraba a la derecha pero ellos cogieron un desvío que llevaba al palacio. Encontraron una barrera custodiada por dos androides de color azul, al igual que Alpha, completamente desnudos a excepción de un cinturón provisto de una enfundada pistola. Sujetaban una enorme lanza cada uno.  Raptor y Alpha los saludaron, y ellos después de esbozar una extraña sonrisa en sus metálicos labios se lo devolvieron. Después abrieron las enormes barreras. Finalmente llegaron a un estrecho túnel.
-         A parir de aquí hemos de seguir a pie - dijo con su férrea voz Alpha.
El túnel había llegado al final. Aparcaron el coche en una cavidad situada en la pared. Bajaron de él y se apartaron. Alpha se dirigió a un panel que había al otro extremo de la pared y presionó unas teclas. Hubo un ruido de mecanismos y engranajes activándose. León, Panterra y Flip no se habían percatado de que el coche había sido situado en una plataforma, que se deslizó haciendo desaparecer el automóvil por la abertura.
-         ¿Qué es esto?
-         Es un parking. ¿es que en vuestro mundo no tenéis?  Bha! No importa, seguidme.
A pocos metros había un ascensor que los condujo a la superficie dejándolos frente al inmenso palacio. De cerca aún se apreciaba más el descomunal tamaño de aquella edificación. Ante aquellas gigantescas puertas, también custodiadas por centinelas metálicos, parecían insectos. Sin preguntar los centinelas abrieron las verdes puertas entraron encontrando una grandiosa sala. Sus paredes estaban empapeladas de algún material aterciopelado rojo, y recubiertas de variados cuadros en los que había paisajes, retratos, animales, dibujos abstractos, etc. Entre cuadro y cuadro había una escultura apoyada en la pared. Ninguna de ellas era igual, bustos, guerreros, animales… Parecía un auténtico museo. En el centro de la sala había un mostrador y detrás de él el ser más hermoso que jamás habían podido ver los ojos de los  tres edenitas. Una chica de ojos azules como el mar, sonreía mostrando sus relucientes y perfectos dientes que honraba permitiendo verlos entre sus carnosos labios. Cualquier mortal habría matado para poder besarlos. Unos larguísimos cabellos dorados le caían por los hombros tapándole sus desnudos pechos. Los dos chicos edenitas no podían dejar de mirarla. Un hilillo de baba se deslizó por la barbilla de Flip.
Una melodía salió de su boca:
-         Hola Raptor, ¿cómo te encuentras?
-         Hola Agua, estoy bien, traigo a tres miembros de la resistencia del planeta Edén.
-         Lo sé, el jefe os espera en su despacho. Pasad.
-         Gracias.- el reptil parecía ser una persona de pocas palabras.- Vamos.
Pero la pareja, León y Flip no escuchaban, en su cerebro solo cabía aquel majestuoso ser, que les estaba devolviendo la mirada. La hermosa chica les sonrió y el corazón de los dos hombres se encogió. De repente el lagarto los cogió por los hombros y los arrastró hasta el ascensor que ocultaba una puerta roja y azul. El elevador empezó a ascender al parecer a una velocidad endemoniada.
-         ¿Chicos que os ha pasado ahí fuera? - Panterra no podía creer que unos guerreros forjados en le fragor de la batalla pudieran bajar la guardia con tanta facilidad.
-         No los culpes – intervino Raptor – Agua, bajo su deslumbrante belleza, es también una guerrera hechicera maestra del embrujo. Si hubieseis mirado bien os habríais dado cuenta de que detrás del mostrador ocultaba la parte inferior de su cuerpo.
-         ¿Ocultaba?, un ser tan maravilloso seguro que no tiene nada de ocultar – hablo con un ligero tono de enojo Flip.
-         Excepto una cola de pez por piernas – espetó Raptor tranquilamente.
-         ¿Una cola de pez?, ¿estas diciendo que aquella chica es una sirena? – Panterra habló incrédula – eso es imposible, las sirenas no son mas que mitos.
-         Es posible que sea cierto – intervino León – yo he notado magia a nuestro alrededor, me era imposible dejar de mirar sus ojos.
-         Y tan posible, Agua es una de las hijas de la bellísima y adorada emperatriz del planeta Oceania, Elementália uno de nuestros mejores aliados, y está aquí en función de embajadora y también por decisión suya de protectora de nuestro emperador. De paso también ejerce de secretaria, por supuesto, voluntariamente.
-         No puede ser – Flip se sentió frustrado, por unos segundos viendo a aquella chica había creído haber encontrado al ser más perfecto que jamás pudiera existir. Ahora no le importaba que fuese una sirena, lo que le llenó el corazón de amargura fue pensar que para él era inalcanzable.
 
               En pocos segundos el ascensor se paró. La puerta se abrió, y aparecieron en un pasillo, alumbrado por unas farolas colgadas en sus paredes que emitían una tenue luz anaranjada. Estaba pintado de rojo, lo que lo hacía algo oscuro. A pesar de que no entraba en él el menor rayo de luz natural carecía de humedad, estaba a una temperatura ideal. En el fondo de él había una puerta de doble hoja pintada de un color verdoso la cual había sido tallada con un cuidado y una maestría asombrosa. Hojas y ramas se cruzaban y entrelazaban formando una auténtica obra.
-         Yo os esperaré aquí fuera. Entrad, nuestro señor os espera - Raptor se situó en un rincón al lado de la puerta con los brazos cruzados, y cerró sus ojos de dos párpados.
León, Panterra y Flip se miraron mutuamente, sin decirse nada avanzaron hacia la puerta. León giró el dorado pomo de la puerta y empujó. Todos esperaban un enorme trono con un gran rey vestido con ropajes de fina belleza, tesoros por doquier, lo que cualquiera podía imaginar de un rey, emperador, líder o lo que fuese que gobernase una ciudad tan rica y de tan avanzada tecnología. Pero en la sala que había detrás de aquella puerta no había nada de eso. Era una especie de despacho lleno de trastos. Las paredes estaban completamente tapadas por estanterías repletas de libros. La estancia, a pesar de ser de tamaño notable, no tenía apenas sitio para nada. El suelo estaba lleno de montañas de libros y pergaminos amontonados y de aparatejos que se movían por donde podían. Minúsculos robots de formas diversas. En el centro de la sala había una mesa color madera, casi oculta también  por papeles y libros.
-         Parece que aquí no hay nadie… - habló Panterra
-         Bienvenidos, os estaba esperando – la interrumpió una voz de anciano algo chillona.
De detrás de una pila de libros salió una extraña criatura. Era parecido a los que habían visto en la base dónde estaba el teleportador. Mediría poco más de un metro y treinta centímetros. Su aspecto era el de un topo, un gracioso hocico sostenía unas pequeñas gafas. Un par de dientes se asomaban de su boca tapándole el labio inferior. Su cuerpo estaba recubierto por un pelaje pardo moteado de gris, y de las mangas de su sencilla túnica roja, se asomaban unas pequeñas manos provistas de unas grandes garras. Sus pies iban descalzos y también estaban provistos de unas grandes zarpas.
-         ¿Es usted el rey de este pueblo? – preguntó perplejo Flip.
-          Ooo perdonen, un momento – el pequeño ser empezó a buscar encima de su mesa entre las montañas de papeles
-         Aaa ya lo tengo, ¿ahora si? – de debajo un montón de pergaminos sacó una diadema dorada adornada con un cristal turquesa engarzado. Se la colocó en la frente encima de un mechón gris que tenía como flequillo. - ¿tengo mas aspecto de emperador?
-         ¡No es posible! – Flip, enarcó las cejas y boca formando una mueca sarcástica, casi grosera, y alzó las manos – ¿éste animalito es el líder de todo esto? ¿nos toman el pelo?
-         ¡Calla Flip!, ¿no has oído hablar nunca del Rey Topo? – lo cortó León con los ojos abiertos como platos por la sorpresa.
-         Aaa, veo que has oído hablar de mi, jeje, me presento ante vosotros, soy Don Lombriz XIII, emperador de la Zona Zero, si, si, jeje
-         ¿Quién demonios es este topo?, ¿Me lo puedes explicar León? – Flip no paraba de mover los brazos nerviosamente.
-         Una vez nos contó Andrus – narró recordando León – que dos mil años atrás hubo un planeta en una galaxia vecina, en donde vivía una civilización de avanzadísima tecnología, los Topos. El abuelo de nuestro emperador actual Mefistus, Duduriel el Manco, intentó persuadirlos para que se aliaran con ellos, ya que su tecnología haría avanzar notablemente al imperio. El gran rey topo se negó; entonces enojado, el emperador decidió invadir el planeta y secuestrar a aquellos seres para obligarlos a trabajar como esclavos y así convertirse en el pueblo mas avanzado del infinito - León suspiró y continuó sin que nadie lo interrumpiera -  Pero al parecer, cuando los soldados imperiales llegaron al planeta no había absolutamente nadie. Todo el pueblo topo había desaparecido. Así que enfurecido, Duduriel hizo desaparecer el planeta. Nunca más se supo de aquella civilización. Dicen que el gran rey topo tiene más de mil años.
-         ¡No! – lo interrumpió el presunto gran rey topo – sólo tengo setecientos noventa y ocho, pero el resto es mas o menos cierto. Sentaros, creo que vosotros no os habéis presentado, sois un poco maleducados hum, hum.
León se arrodilló e hizo una reverencia al topo.
-         Perdone nuestra falta de educación, mi nombre es León, miembro de la resistencia en Edenia.
Panterra hizo lo mismo.
-         Mi nombre es Panterra, también miembro de la resistencia.
 Flip se quedó unos segundos anonadado parpadeando con la boca abierta sin saber muy bien que hacer, de pronto reaccionó y se puso de rodillas también.
-         Yo soy Flip.
Don Lombriz XIII, gran emperador topo, les buscó tres taburetes y los colocó frente a su mesa para que se sentaran los tres miembros de la resistencia contra el gran emperador Don Mefistus III apodado Dios. Los edenitas se sentaron nerviosos y curiosos por saber que querría un hombre, o topo en ese caso, tan importante de ellos y el motivo por el que los había salvado. El gracioso emperador de la Zona Zero de un pequeño brinco se sentó en un cómodo sillón marrón que tenía detrás de su mesa.
-         Tengo muchas cosas que contaros - y la verdad es que no hay tiempo que perder hum - tosió ligeramente Lombriz XIII, tapándose la boca con su pequeño pero mortífero puño - empecemos.
<Los topos somos una raza de científicos, y estudiosos en todas las materias, pero somos pacíficos, la guerra no nos interesa para nada. Hace muchos años mi difunto tío Gusanus  descubrió algo que iba a cambiar el universo. Algo muy útil pero en manos malvadas muy peligroso. Descubrió que trozos de rocas que caían en agujeros de gusano, aparecían de nuevo en otra galaxia, intactos. Los agujeros eran puertas interdimensionales. Así podíamos viajar a años luz de distancia en el mismo tiempo en que dura un parpadeo. Con mi ayuda construyó una máquina capaz de crear portales. Desgraciadamente mi tío murió sin haber terminado la máquina, así que yo la continué. Un día haciendo pruebas descubrí esta dimensión. Todavía no se dónde esta situada en el infinito y ni si se puede situar, así que la llamé la Zona Zero. Cuando la descubrí en ella no había completamente nada, ni siquiera oxígeno, así que decidí construir un generador. Me pareció que podría ser un buen refugio en tiempos de dificultades en donde mi pueblo poder ocultarse>
-         Eso es muy interesante y todo lo que usted quiera pero no veo que tiene que ver con nosotros – interrumpió agitado Flip.
-         ¡No me interrumpas! – Las cejotas del pequeño y anciano topo se arrugaron casi tapando por completo los minúsculos ojos negros que ocultaba detrás de las gafas. Su tono era firme, Flip se estremeció, bajó la mirada arrepentido y no dijo nada más.
-         ¿Por dónde iba? Hum, aa sí, ya me acuerdo. – continuó el relato.
< Muchos años después una enorme nave entró en nuestra atmósfera. Se presentó ante mi un hombre que decía que venía de parte de el gran Duduriel, nos dijo que debíamos ofrecer nuestros servicios al gran emperador, para luchar por su causa, que no era mas que conquistar planetas, saquearlos, robarlos y destruirlos. Por supuesto rechacé su propuesta. A Duduriel no le hizo ni pizca de gracia, así que mandó sus tropas contra nosotros. Pero a las pocas semanas cuando llegaron a nuestro querido planeta Contre, ya no estábamos. Nos refugiamos aquí, ya que nosotros no teníamos armas para defendernos de tan brutal ejército. Vimos en nuestros ordenadores como, a nuestro pesar, nuestro planeta era reducido a cenizas. Gracias a nuestros discretos aliados, los Pelos, del planeta Rastafrari, pudimos subsistir y empezar una vida en esta desolada dimensión. Seguro que habéis visto a algún Pelo por nuestras instalaciones. Así que decidí que debía plantar cara a ese tirano, y tenía un arma que podía equilibrar la balanza: la máquina de mi tío. Empecé a estudiar los pasos del imperio, y en ocasiones conseguí salvar a habitantes de planetas que iban a ser destruidos o esclavizados. Así mi ejército fue creciendo. También perfeccioné la máquina, para poder abrir portales rápidamente y salvar a personas en situaciones extremas como por ejemplo vosotros. >
-         Perdone nuestra impaciencia, poro los tres estamos deseosos de saber el motivo por el que nos salvó a nosotros, tres simples guerreros – habló Panterra, con más educación que su compañero.
-         Si, es a lo que voy ahora - continuó el rey topo – con el tiempo he conseguido valiosísimos aliados, y tengo espías por todo el imperio celestial. Hace poco un espía de gran confianza que tenemos en las tropas de la ciudad Adan, nos informó que el imperio había descubierto dónde estaba escondida la base principal de la resistencia: en Exilio, el pobre reino vecino.
-         ¡Eso es terrible! - exclamó León alterado – ¡debemos avisarlos como sea!
-         Tranquilo, chico, el ataque será efectuado pasado mañana al alba, será implacable, no hay posibilidad de que nadie sobreviva, excepto que se unan a nosotros, claro está, tendrán que abandonar su tierra y venir a vivir aquí. Sino serán todos aniquilados.
-         A qué esperamos – se levantó nerviosamente Flip, derribando la silla en la que estaba sentado.
-         Tranquilos, hay un pequeño problema - dijo después de un profundo suspiro – y es que nosotros no sabemos exactamente dónde está situada la base y necesitamos las coordenadas exactas para teletransportarnos allí. El buen Raptor os encontró y pensó que vosotros nos podríais ayudar en ello, por eso os salvó.
-         Claro que podemos ayudaros – habló enérgicamente Panterra – ahora mismo os lo digo…
-         No, hum - lo interrumpió el rey -  ahora debéis descansar, mañana a primera hora de la mañana os vendremos a buscar. Ahora seguid a Raptor que os llevará a unos aposentos en donde podréis asearos y descansar y os llevará a una cocina en donde os prepararán algo para comer.
Panterra hizo ademán de hablar, pero una simple mirada de aquel pequeño rey hizo que se mordiera la lengua y asintiera.   
               Salieron de la sala sin decir nada, los tres edenitas necesitaban tiempo para asimilar todo lo que aquel peculiar rey les había contado. Raptor los estaba esperando apoyado en la pared con los brazos cruzados y los ojos cerrados que abrió al sentirlos salir.
-         ¿Ya habéis terminado? - dijo secamente – seguidme.
Cuando salieron del ascensor vieron que la angelical muchacha que estaba en la recepción, de espalda a ellos, estaba sentada en una especie de silla que tenía dos piernas mecánica y, efectivamente, no tenía piernas. Tenía una brillante y plateada cola de pez. Pasaron por su vera pero ella no levantó la cabeza y siguió inmersa en la computadora que tenía enfrente. El corazón de Flip se encogió pero no dijo nada.



jueves, 17 de marzo de 2011

Mi perfecta imperfección


En un mundo imperfecto, en una naturaleza basada en la perfección provista de imperfecciones, un perfecto error aconteció. Nació un ser perfecto.

¿Fue un fallo? Dios, o la naturaleza, o quien fuere, ¿tuvo un traspié? ¿Se equivocó?, ¿O fue consciente? ¿Fue un capricho? ¿Una prueba? ¿Una coincidencia?

En un día como hoy un milagro surgió, en un mundo imperfecto un ser perfecto nació. En un día como hoy, de hace dos décadas y seis años, un perfecto ser nació rodeado de imperfección.

Es posible que mi perspectiva no sea perfecta, que lo que para mí es perfecto, lo que para mi es divino; para ti no lo sea. Es posible. Es posible que mi visión no sea objetiva. Pero para mí si lo es. Es posible que lo que yo vea perfecto, no lo sea. Pero si así fuere, si tal perfecto ser, si tal milagro, si tal benigno fallo, no fuera más que otra imperfección, no importaría. Porque no obstante, tal error, tal imperfección… para mi es….


…mi perfecta imperfección.


Molts anys i bons.

viernes, 11 de marzo de 2011

Yo quiero ser... negro.


La inocencia y la falta de conocimientos provoca que en ocasiones los niños sean realmente crueles, peo esa misma incultura, también les impide hacer distinciones raciales o culturales. A ellos les da lo mismo la procedencia o el color de piel de sus amigos.
Yo, cuando era niño quería ser negro. Sí, negro, me resulta ridículo el término de color. Todos somos de algún color. Y como, a parte de mi daltonía, no sé que colores son el malva o el sepia, para mi yo soy de color blanco y Will Smith es de color negro.

Me encantaban los negros. Don Johnson en Corrupción en Miami no me gustaba en absoluto, me parecía un pijo repipi y prepotente. Yo prefería al negro. Rico si que tenía clase. Y por supuesto el mejor del Equipo A era M.A. Era tal mi fascinación por ellos que soñaba con tener un pelo igual, el característico pelo rizado y denso que algunos tienen.
Mi juguete favorito era un muñeco de los Masters del Universo llamado Capturator. Era un ciclado hombre negro provisto de una extraña arma a la que le salían unas pinzas para atrapar a sus enemigos. Lástima de su trágico final, siendo víctima de un robo infantil. Todavía lo hecho de menos.
Recuerdo un día que acompañé a mis padres a la tienda de comestibles, y cual fue mi sorpresa al toparme con un chico negro (entonces no había tantos por aquí). Me emocioné tanto que empecé a gritar ¡Mira un negro! Lo hice en numerosas ocasiones, y ahora pienso en el aprieto en el que puse a mis padres, y en lo que debió pensar el pobre chico de aquel mocoso.
En definitiva, seamos más inocentes, juzguemos a las personas por sus actos y no por su procedencia o religión. Yo ya no quiero ser negro, pero tampoco quiero ser blanco, ni chino, ni indio, ni hindú. No quiero ser moro, ni cristiano, ni judío. Ni mormón, ni persa, ni griego, ni romano. Ni egipcio, ni turco, ni kurdo, ni latino, ni berebere.  Tampoco quiero ser ario, ni africano, ni europeo, ni español. Ni palestino, ni israelí; ni americano, ni yanqui; ni oriental ni occidental…
Hoy en día yo quiero pertenecer a una sola raza. A la misma de todos: la raza humana.
Por desgracia, se que solo es un sueño, una utopía, y que la maldad en el ser humano es natural. Pero como ya dije en una entrada anterior, pienso seguir soñando, y nadie me lo va a impedir. 

martes, 1 de marzo de 2011

Malas influencias


Aquella mañana, el invierno nos dio tregua y el Sol nos gratificó con un calor primaveral. Juan aprovechó, y paseando, se acercó al Parque de la Paz. Metido en el interior de su abrigo, cargaba con Whisky, al que había adoptado recientemente. La madre lo había parido en la calle, y al ver a aquella inocente criatura se apiadó de ella y decidió darle la oportunidad de vivir.
Sentado en los bancos de hormigón, sintió el calor reconfortante en su rostro. Mientras, Whisky indagaba con sus pasos torpes, no más lejos de lo que le permitía la cuerda que llevaba por collar. Pronto, un niño seguido por su abuela, se acercó al tierno cachorro.
-         ¿Has visto al perrito? Que mono es, ¿has visto al perrito? – se repitió la señora ante el pasivo infante - ¡Qué guapo es!
Juan ignoraba a los transeúntes y permanecía con sus cavilaciones, con los ojos cerrados disfrutando del baño de Sol.
-         Vámonos – una voz masculina habló a nieto y abuela.
Cuando abrió los ojos los dos nuevos amigos de Whisky se habían marchado, y el perrito se había escondido bajo sus piernas.
-         ¿Qué pasa Juan? – un grave sonido, bajo pero de perfecta pronunciación surgió de una oscura sombra instalada a su lado.
Juan intentó ignorarlo, cerró de nuevo los ojos y continuó con sus meditaciones. El dulzón hedor procedente de su amigo le provocó un molesto picor en el bigote. La sangre empezó a fluir con más intensidad y las venas de su cuello se hincharon.
-         ¿Qué pasa Juan? – repitió el hombre sombrío.
-         ¡Que me dejes Manué! – explotó - ¡no quiero que vengas conmigo!
Si Manuel se exaltó lo disimuló muy bien ya que permaneció inmóvil, silencioso cual estatua. Dio una generosa calada a su cigarro y el humo se esparció en la cara de su enojado interlocutor.
-         ¿Qué pasa? – gruñó al fin.
-         ¡No te quiero conmigo! – continuó con su peculiar acento característico de los pueblos colindantes de las ciudades del sur del país - ¡que la gente no me da na!
Hubo una pausa.
-         La María le dice a gente no me de porque me lo gasto todo en vino. Porque me ven contigo.
Otro silencio.
-         Me ven contigo – continuó su monólogo Juan – y no me dan na. Que vas siempre colocao que así no puede ser. Luego la gente habla.
-         Me suda la polla – expiró Manuel.
-         ¡Que no Manué, que no. Que no tengo na pa comé. Que vas siempre colocao – siguió reprochando – que no puede ser. No tengo na pa come, que esto es muy triste.
-         ¿Qué voy todo el día colocado?
-         ¡Que si Manué, que no puede ser, así no llegarás a los sesenta. Todo el día colocao. Luego me ven contigo y también dicen que voy colocao, que no puede ser.
Manuel dio otra generosa calada y el humo ascendió. Ascendió hacia el cielo, como ascenderían pronto los malos humos de su amigo. Mañana se le habría pasado el enfado y juntos compartirían otro cartón de Don Simón. 

Basado en una conversación real en la que estuve presente.